lunes, 31 de agosto de 2009

nuevo capítulo =D

Misterio

Desde que llegó el doctor Calder a atenderme, las cosas habían mejorado. Mi tratamiento ya no era cosa de todos los días. Aunque no fue posible que lo abandonara por completo, al menos gracias a la intervención del doctor, la frecuencia había disminuido.

Ya me sentía mejor; el doctor se había ganado mi confianza muy pronto y todas las tardes iba a visitarme. Me contaba muchas cosas, como los múltiples lugares en que había trabajado, acerca de las ciudades a las que había viajado y las muchas experiencias que había vivido.

Yo no podía creer que hubiera hecho tantas cosas en tan poco tiempo. Aunque se veía mayor, yo no creía posible que hubiera visto y vivido tanto.

A veces tenía la impresión de que ocultaba algo. Casi nunca salía al jardín, ni cuando yo se lo pedía. Y había veces cuando me visitaba, que tenía que cerrar mi ventana para que no entrara el sol. Parecía que huía de él aunque nunca tuve el valor de preguntarle qué tenía de malo.

En algunas ocasiones notaba que el color de sus ojos cambiaba. A veces se veían muy oscuros, casi negros, pero otras veces los tenía muy claros, dorados. No sabía si alguien más lo había notado pero en realidad lo dudaba. Casi nunca convivía con ningún otro huésped de aquel horrible lugar, ni con los doctores, las enfermeras o los pacientes.

Pero no era porque él los rechazara, yo había visto que, en realidad, todos se alejaban de él. Con una extraña mezcla de fascinación y miedo. No pude entender por qué.

Tampoco vigilaba su futuro. Sabía que cualquier cosa que estuviera ocultando, si en verdad hubiera querido que lo supiera me lo hubiera dicho.

Estaba segura de que nuestra confianza era mutua.

Así que desde que había llegado yo me sentía un poco mejor. Mis visiones aun no desaparecían pero él tampoco las veía como algo malo. Más bien sentía una inmensa curiosidad por lo que fuera que las ocasionara.

Aunque yo le agradecía que tomara esa actitud hacía mí, también me irritaba un poco que no me ayudara lo suficiente para hacer que se acabaran.

Pero de verdad parecía preocuparse por mí, así que decidí no darle más vueltas al asunto.

Tampoco hablábamos de mi familia, en parte por que cuando salía el tema a mi me dolía mucho e inmediatamente hacía lo posible para hablar de cualquier otra cosa y además por que me daba temor el no saber si algún día los volvería a ver. Entonces me volvía a invadir la tristeza.

El tiempo había perdido su significado para mí. Todos los días era casi lo mismo y muy de vez en cuando surgía algo que me sorprendiera.

Un día, mientras desayunaba escuché como dos enfermeras hablaban sobre la muerte repentina de un paciente.

-Ningún doctor se ha podido explicar como fue que murió- decía una de ellas.

-Es increíble- respondió otra- era muy joven.

-Y además no tenía alguna enfermedad que pudiera haberlo causado.

-Todo un misterio- coincidió la otra.

Estuve pensando en eso toda la mañana, si su muerte había sorprendidote esa manera a los doctores y las enfermeras, de verdad debía haber sido muy inesperada.

Cuando por la tarde llegó el doctor Calder decidí abordar el tema.

-¿Doctor?- dije mientras él se sentaba

-¿Si?- respondió

-Bueno, me preguntaba... ¿qué sabe usted del paciente que murió anoche? ¿Tiene idea de por qué pudo ser?

-En realidad si- respondió con un suspiró- si, creo saber qué fue lo que ocurrió y estoy trabajando en eso.

-¿Y los demás doctores lo saben?

-No, no creo que sea... prudente comentárselos.

-¿Por qué no?

-No lo creerían- dijo con una sonrisa irónica.

No tenía idea de que podría ser lo que estuviera diciendo. Si decía que sabía cual había sido la causa pero no lo quería compartir... ¿no tendría él algo que ver con eso?

Me sentí muy avergonzada de haberlo considerado y decidí olvidar el asunto, no sin antes preguntarme si algún día llegaría a saber cuál era todo el misterio.

El resto del día transcurrió sin ninguna novedad pero el doctor parecía muy preocupado, quería ayudarlo de alguna manera pero no estaba segura de qué podía hacer por él.

En la noche no pude dormir, había tenido pesadilla: el doctor Calder en una posición defensiva delante de mí en un cuarto oscuro y enfrente de nosotros otro hombre del que no podía distinguir mas que sus ojos rojos llenos de furia y desafío. Desperté de repente y en ese preciso instante se abrió repentinamente la puerta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario